Capítulo 3
La tela de la tienda se deslizó hacia un lado y su mujer entró.
Nel sonrió al verla.
Scota era hermosa y fuerte, y guiaba a su pueblo en su ausencia. Lo hacía incluso mejor que él mismo.
Se acercó a él con su gracia habitual, moviendo las caderas bajo la túnica blanca semitransparente que con tanta elegancia se deslizaba sobre su piel, y que le hacía parecer un animal felino.
Cuando ella dejó el cuenco de comida sobre la mesa, Nel la abrazó, introdujo una mano por la abertura de su vestido y acarició sus piernas. Ascendió por su cuerpo mientras la sentaba en su regazo y la besaba con ansia.
Scota acarició sus labios con la lengua antes de separarse un poco y mirarlo con sus ojos oscuros.
—Algo te preocupa —le dijo.
No había sido una pregunta. Scota lo conocía a la perfección e interpretaba sus gestos como nadie. Así que Nel resopló, algo intranquilo, y asintió.
—Sí — reconoció—. En este último combate nuestras filas se vieron muy mermadas por el faraón.
Se detuvo un momento para gruñir de nuevo.
—No podemos continuar —susurró, mientras ella lo miraba con pesar—. No tenemos hombres ni mujeres suficientes para hacerlo.
—¿Ni tampoco Moisés? —preguntó ella.
—Ellos, menos todavía.
Scota se fijó en los papiros que había sobre su mesa, con dibujos, mapas, y figuras de madera que Nel había estado estudiando antes de su llegada. Tomó una escultura y jugó un rato con ella entre sus manos.
—¿Qué suelo decirte, guerrero? —dijo, y luego levantó los ojos de nuevo hacia él—. Cuando todo parezca tan oscuro como la noche, mira hacia donde está la antigua y bella Eríu y…
—…Y espera a ver el sol —terminó él.
Scota se apartó un poco el vestido, dejó sus bellas piernas al descubierto, y se sentó a horcajadas sobre su regazo. Agarró su rostro antes de tomar sus labios y besarlo con pasión.
—¿Lo has hecho?
Abrió la tela de su camisa con cuidado y deslizó la yema de los dedos por su pecho, hasta el cinturón.
Él, atraído por su cercanía, aproximó el rostro y mordisqueó su carnoso labio con deseo.
La escuchó gemir, y posó las manos en la espalda desnuda de su mujer, apretándola contra él. Le gustaba ese juego. Siempre se probaban a ver quién podía más de los dos. Aunque la mayoría de las veces ella ganaba, reconoció con una sonrisa.
—No —susurró contra su boca—. No lo hice.
Scota le devolvió la caricia y mordisqueó sus labios, antes de sorprenderlo al levantarse de un salto y abandonarlo.
—Pues deberías —dijo ella, agarrándolo del mentón. Nel se perdió en el brillo atractivo de sus ojos—. Los dioses caminan a nuestro lado, así que defiende tu legado con honor.
Como siempre, ella tenía razón. Debía luchar por lo que creía justo y mantener el recuerdo de los Dioses Padres.
Solo pudo asentir mientras Scota lo soltaba y caminaba hacia la entrada de la tienda. Apartó la tela, pero justo antes de poner un pie afuera, se volvió hacia él.
—No tardes en venir a acostarte. No me hagas esperar, Rí.
Y salió al exterior, adentrándose en la noche, oculta entre la oscuridad.
que lle veu decindo que mañan e outro dia e que igual non estaba tan ofuscado ,e encontraba a tactica necesaria para derrotar as tropas tan fuertes do faraòn .agora por que lle di (Ri ) si se chama Nel,diminutivo?
«Rí» es rey, o líder del clan, en celta 🙂