Maite MosconiMaite Mosconi

  • Inicio
  • Libros
  • Sobre mí
  • Blog
  • Contacto
  • Inicio
  • Blog
  • Relatos
  • Sangre y ceniza

Blog

0
lunes, 27 noviembre 2017 / Publicado en Relatos, Sangre y ceniza

Sangre y ceniza

Sangre y Ceniza

Capítulo 4

 

Seguía sin saber qué decisión tomar.

La idea de Moisés de robar las naves al faraón le parecía un tanto alocada.

Nel no sabía navegar, ni nadie de su pueblo controlaba este arte. 

¿Qué hacer? ¿Partir hacia territorios lejanos? ¿Otra vez?

Durante la mayor parte de su vida, Nel y su familia habían sido nómadas, intentando recuperar aquello que les pertenecía sin éxito. No habían conocido tiempos de paz. Que sus descendientes tuvieran la oportunidad de prosperar era algo que ansiaba con todas sus fuerzas.

¿Tanto pedía a los dioses? ¿Era tan exigente?

En la penumbra de su tienda, Nel resopló y se frotó la frente con pesar.

Encima de su mesa, la luz de la vela parpadeó. El ambiente cargante del desierto ocupaba la noche con pesado calor, y por tanto no había ninguna corriente, ni siquiera un aliento de aire. ¿Qué había causado ese pestañeo?

Con la mano, acarició la llama entre sus dedos, jugando, con cuidado de no quemarse.

Y entonces, un destello ocupó la estancia y lo empujó con tal fuerza que lo derribó. Era un resplandor cegador, y Nel tuvo que entrecerrar los ojos para poder distinguir qué era.

Ante él apareció un guerrero de gran altura, espalda ancha y melena dorada como el sol. Tenía un ojo cubierto, y sobre su hombro derecho se posaba un ave de negro plumaje y mirada como el carbón, que no había conocido jamás.

—Levántate, Nel —dijo el desconocido para su desconcierto, llamándolo por su nombre—.  Recibe a tu Dios como se debe.

Palideció. Nel, discípulo ilustre, se quedó sin habla y estudió esa visión con detalle.

Conocía la historia de sus antepasados como nadie, y a través del aspecto altivo del guerrero, de la vestidura, de los gestos, se dio cuenta de quién se alzaba ante él.

Esa suntuosidad, su porte, el ojo derecho oculto, el pájaro magnífico, la espada de bronce y plata que colgaba de su cintura, con el símbolo celta de las deidades en espiral y esa aura poderosa que lo rodeaba, delataban a Dagda, el Dios Padre de todas las cosas y que controlaba el arte de los animales salvajes.

Maravillado, se postró de rodillas con obediencia.

La deidad, con sumo cuidado, como si temiese hacerle daño, colocó una mano enorme sobre su cabeza y algo ocurrió.

Ante Nel apareció la imagen de un inmenso mar cristalino y azul claro, que se unía al mismo cielo y se extendía hermoso bajo sus pies. Iba en una bella nave, atravesando las olas, cruzando el océano infinito, y nada más existía en ese sueño que él y ese vacío lleno de agua y sal.

Inconsciente, extendió el brazo ansiando tocarlo, deseando alcanzarlo, comprobar si era verdad; pero el viento azotó su brazo, sus ropas, su melena, su rostro, y así como vino, la imagen desapareció y un golpe lo trajo de nuevo a la tienda, devolviéndolo a la realidad.

Dagda retiró la mano de su cabeza y lo miró con unos ojos del color del mar que había visto. Pero su azul era incluso más intenso.

—Te he mostrado tu destino, Nel, tu porvenir.

Confundido, observó al Dios. Le costaba respirar y tomó aire con dificultad. El sudor resbalaba por su frente y se pasó el brazo para evitar que las gotas cayeran sobre sus ojos abiertos de par en par.

—Los originarios estamos tristes —continuó el Creador—, porque nuestros hijos luchan como enemigos destruyendo la tierra que se les ha dado.

Él tragó saliva y permaneció expectante, sin atreverse a interrumpir.

Al comprobar que le prestaba atención, El Hacedor reanudó su explicación.

—Demasiada sangre y ceniza sobre la arena como para no hacer nada. —La deidad se detuvo para que él sopesara sus palabras, antes de proseguir—. Por eso, hemos tomado una decisión.

—¿Cuál, Padre? —preguntó, intrigado.

Dagda se encogió un poco para animarlo a levantarse.

—Siempre habéis anhelado conquistar nuevos territorios de más allá del sol, conocer el lugar donde residimos y asentaros cerca de nosotros. ¡Pero no era vuestro cometido! —le reprochó como si esos actos hubieran sido un sacrilegio por parte de los descendientes—…Hasta ahora.

Nel al fin levantó la cabeza y lo miró de soslayo, preocupado.

El Creador entonces le devolvió el gesto con solemnidad.

—La lucha del faraón es injusta y debe detenerse. Tu pueblo ha sufrido demasiado y, por tanto, merece una justa recompensa.

Un escalofrío le recorrió la espalda y se mostró emocionado.

No había mayor orgullo para un descendiente que ser digno merecedor del elogio de sus deidades, y esas palabras significaban que había hecho las cosas bien. Pero se contuvo y escuchó con cuidado.

El Gran Padre levantó un dedo hacia él.

—Los dioses estamos cansados del odio y el rencor que existe entre nuestros hijos. Debe haber recompensa para el honor. Debe haber justicia para el virtuoso. Aquellos que nos han defraudado no conocerán la paz jamás. Pero tú —lo señaló— has demostrado que un padre todavía puede estar orgulloso de alguno de sus vástagos.

¿Qué le tendría preparado? ¿Cuál sería su sino? Le iba a pedir algo, lo presentía con toda su alma y prestó atención.

Dagda lo agarró del hombro y le dio un ligero apretón de confianza.

—Por haber luchado con valentía, incluso en causas ajenas, tu clan ha sido el elegido, junto con otros merecedores también de tal distinción, a que crucéis el ancho mar hasta la Tierra Hija.

Nel estaba tan conmovido que no supo qué responder ante semejante distinción. El guerrero glorioso hizo una pausa para estudiar su reacción.

—Es un lugar hermoso —le dijo—. De verdes prados y dulce miel, de clima agradable, y no hay serpientes. Además está cerca del hogar de la Eríu. Allí, tu pueblo prosperará y se convertirá en leyenda.

—No puede haber mejor presente para mi túath, Gran Dios —reconoció, sobrecogido.

—Toma los barcos del faraón sin miedo, Nel, y viaja a través del mar.

Esta vez abrió la boca, sorprendido con sus palabras y lo observó con verdadero pasmo. ¿Había comprendido bien? ¿Debía aceptar la idea de Moisés?

—¿Qué tierra será esa, pathair, cómo sabremos llegar? —osó averiguar, con duda.

—Cuando estéis en ella, la reconoceréis —aseguró.

—¿Aarón y Moisés? —no pudo evitar preguntar.

—Para ellos hay marcado otro camino y en otra tierra prometida, donde salvarán a su tribu. Allí fundarán su religión.

Nel asintió, y el Dios volvió a colocar una mano sobre su hombro.

—Pero para el privilegio que te otorgo, hay una condición —advirtió.

Frunció el ceño, inquieto.

—¿Cuál?

Dagda lo miró fijamente, con ese azul resplandeciente que tanto lo cegaba.

—Debes prometerme que una vez allí, todas las tribus seréis una, en una sola familia, en una sola túath, y que no os pelearéis entre vosotros jamás. «Los gaedhil, solo serán dueños de su destino, cuando se unan en un mismo clan».  Ese debe ser el juramento de vida, y las promesas de sangre…

—…con sangre se pagan —terminó el proverbio.

—Y jamás se romperán, o con sangre se pagarán —añadió el Dios.

Entonces, el Creador se separó un poco, desenfundó su espada con brío y la clavó en el suelo, frente a él.

—A partir de este momento, yo ordeno que tu pueblo cruce el océano y llegue a esta nueva tierra. Allí se construirá un reino que liderará tu hijo y los hijos de este, y que llevará por nombre el de…

 

Etiquetado con: celtas, dioses, fantasía, Nel, Sangre y ceniza

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete

Introduce tu email y recibe mis noticias en tu correo

Gracias por suscribirte

Posts recientes

  • Que no te sal-pique

    «no entiendo esta moda de criticar al artista c...
  • Exilio

    No soy de las que suelen escribir u opinar de p...
  • Me estoy haciendo mayor

    Recuerdo la primera señal. La vi, pero preferí ...
  • Bienvenidos al lado oscuro

    Todos tenemos un lado oscuro. Un perfil que des...
  • Sangre y memoria

    Relatos de la Gaedheal, 2 PREÁMBULO No veía nad...

Comentarios recientes

  • Maite Mosconi en Que no te sal-pique
  • Carmina en Que no te sal-pique
  • tape bras lift for women en Un año de Gaedheal
  • монтаж кондиционера Минск en Un año de Gaedheal
  • установка кондиционера в Минске en Un año de Gaedheal

Categorías

  • #ContraPortada
  • Artículos
  • Gaedheal
  • Helheim
  • Instagram
  • Libroadicta
  • Mapa Emocional
  • Relatos
  • Sangre y ceniza
  • Sangre y memoria
  • Política de Cookies
  • SÍGUENOS

© MaiteMosconi.com | Desarrollado por ChipWeb.es.

SUBIR
Pues sí, este sitio también utiliza cookies, pero queremos que estés seguro de tu privacidad.
Utilizamos cookies en nuestro sitio web para tratar de brindarte la mejor experiencia de navegación posible, recordando tus preferencias y visitas repetidas. Al hacer clic en "Aceptar", aceptas el uso de TODAS las cookies. Sin embargo, puede visitar la Configuración de cookies para proporcionar un consentimiento controlado.
Más informaciónAceptar todasConfiguraciónRechazar
Cookies

Información básica sobre cookies

Cuando visitas una web, ésta puede guardar y acceder a pequeños archivos de información que se almacenan en tu navegador, principalmente en forma de cookies. Esta información puede ser sobre ti, tus preferencias o el dispositivo con el que navegas y se utiliza principalmente para lograr que el sitio funcione correctamente. La información que se guarda no te identifica de forma directa, sino que se usa más bien para brindarte una experiencia web más personalizada y óptima. No obstante, como respetamos tu privacidad, puedes excluir algunos tipos de cookies. Puedes hacer clic en las diferentes categorías para obtener más información y cambiar nuestra configuración predeterminada. Sin embargo, si bloqueas algunos tipos de cookies, tu experiencia de uso en el sitio se puede ver afectada y también los servicios que podemos ofrecerte. Más información
Necesarias
Siempre habilitado
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye las cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No necesarias
Cualquier cookie que no sea particularmente necesaria para el funcionamiento del sitio web y que se utilice específicamente para recoger datos personales del usuario a través de análisis, anuncios, otros contenidos incrustados se denominan cookies no necesarias. Es obligatorio obtener el consentimiento del usuario antes de ejecutar estas cookies en su sitio web.
Analíticas
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría sólo incluye las cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
Rendimiento
Las cookies de rendimiento se utilizan para comprender y analizar los principales índices de rendimiento del sitio web, lo que ayuda a ofrecer una mejor experiencia de usuario a los visitantes.
Guardar y aceptar