Recuerdo la primera señal.
La vi, pero preferí no hacerle caso.
Fue el verano pasado, cuando mi sobrino me mostró un videoclip de un cantante de música trap que me horrorizó.
«A mis padres también les había escandalizado, en mi adolescencia, la música rock que escuchaba», recordé luego. Y me olvidé del tema.
Sí, es cierto, me negué a reconocerlo.
Y es que en el artículo pasado, queridos lectores, ya comenté que tenía una edad (que tampoco ahora desvelaré).
Una edad que no te hace ni joven ni vieja, pero que sabes que te hace más bien mayor. Una edad de previeja, me atreveré a llamar con vuestro permiso. Una en la que no coincides con los gustos de tus hijos (o sobrinos, como es mi caso), en la que tu ahijada ya no quiere que la acompañes a la escuela (y te molesta) y en la que te parece que todo lo antiguo o lo de antes era mejor.
Es decir, que te empiezas a volver más cascarrabias.
Los síntomas están ahí, pero te niegas a reconocerlos porque tú todavía eres joven y moderna.
Grave error, amigos y amigas. Te gustaría que fuese así, pero no lo es.
El tiempo ha pasado y es inevitable.
Empiezas por no conocer a Quevedo, por ejemplo. Tú crees que tu sobrino está leyendo en clase a este famoso autor de la literatura clásica, cuando en realidad recita los versos del cantante de moda que tú no habías escuchado todavía.
Luego te crees muy guay por usar Instagram, pero un día compruebas como tu ahijada hace vídeos con bailes de moda que, si tuviera la aplicación, subiría a TikTok.
Por cierto, «guay» como sinónimo de «muy bueno y estupendo» se ha quedado obsoleto; ahora y según leí en Internet, se usa ser el “admin” que significa ser el jefe o está to Gucci, que significa está chulo, guay…
¡Y ya ni te cuento si eres la última persona en ver el meme del momento! Sus comentarios son: «¡¿Cómo no te has enterado, madrina/tía?!». A lo que se le añade un gesto de pasmo y una mirada ojiplática en toda regla.
Asumámoslo.
Ya solo me falta recibir calcetines y ropa interior cómoda como regalo de Navidad de mis amigos y/o familia para ser una previeja.
¡Ah, no, que ya me los regalaron el año pasado!
Pues eso, que me estoy haciendo mayor.
No, no y ¡No! Me niego a aceptar que te sientas mayor tan solo porque lo que la juventud llama «música», se parezca a cualquier cosa menos a eso. Y el hecho de que su jerga para nosotros sea incomprensible está más relacionado con insalvable brecha generacional, cuya culpables son las hormonas que afectan a los más jóvenes y los lleva —al igual que nos tocó a todos— a cometer estupideces. El cuerpo se deteriora, sí, eso es innegable, pero la juventud se transporta en el alma. Si dejas que esa creencia de que te haces mayor te venza, lo serás. En cambio, yo me uno al club de «los niños perdidos» y pienso disfrutar mi juventud hasta que el cuerpo me deje. ¡Se tenía que decir y se dijo! 💪
¡Pues también es verdad! XD