No soy de las que suelen escribir u opinar de política.
Más bien, lo contrario, evito el tema.
Cuando alguien me pregunta sobre algún asunto de actualidad, tiendo a ser como la avestruz que agacha la cabeza y la entierra bajo la tierra.
No es que carezca de punto de vista o de información. Leo la prensa cada día, por la mañana, mientras desayuno y me tomo un café; también escucho la radio (costumbre que heredé de mi abuelo) e incluso visito internet en busca de algún cotilleo.
Entonces, ¿por qué no opino? Pues bien, por varias razones.
La primera y más importante, porque mis padres me educaron en el respeto hacia los demás y la honorabilidad. Gracias a eso, he defendido siempre la libertad, junto con la justicia y la sinceridad, por encima de todo, sin importar a quién te enfrentes y aunque parezca que ya hemos adquirido ese derecho. Pero no veo esa honradez ni moral en las conversaciones de bar ni en la prensa ni en los debates.
En segundo lugar, porque en el instituto he tenido buenísimos profesores y profesoras de Filosofía (esa asignatura que algunos quisieron y quieren eliminar) que me enseñaron a escuchar más que a hablar, a preguntar, a averiguar, a oír las diferentes opiniones; a crearme una propia, a reflexionar. A no dejarme engañar por los vendehúmos o políticos; a creer en la lucha heroica y en buscar siempre la verdad, esa que ahora se nos oculta y difumina, con un maquillaje tan gandul y divertido que nos deja anonadados frente a la televisión.
Y eso me aterra.
Porque, por desgracia y citando a una de mis artistas favoritas, he visto esta película antes y no me gustó el final. La he visto en Historia, en Arte y en Cultura Clásica, y los acontecimientos se repiten una vez más. Con parecidas artimañas, distintos artífices, pero que en el fondo son las mismas triquiñuelas que, por desgracia, hemos olvidado que se cometieron ya en el pasado.
El ser humano tiene una memoria muy corta.
Y, si opinara de la realidad que vivimos con el corazón en la mano, seguramente tendría que irme, vivir en el exilio, emigrar.
¿Adónde? Lo desconozco, porque hablo del mundo en general y la cosa pinta mal.
Solo puedo deciros que esto me asusta. No doy crédito ante lo que está sucediendo en nuestros días y todo lo que salga de este golpeteo de tecla, podría ser producto de la frustración y la tristeza.
Pero tengo que reconoceros algo importante. ¡Voy a daros una primicia!
En mi próxima novela de distopía juvenil, hablaré de mis sensaciones sin tapujos.
¿Tengo miedo? ¡Muchísimo! ¿Puedo enfadar a unos u otros? Es probable, pero sentía que necesitaba explicarlo.
Y me gustaría que, tras su lectura, cada uno de vosotros, sin verse influenciado por nada ni por nadie, haga sus propias reflexiones y que, juntos, con el corazón en la mano, dialogásemos con total sinceridad.
El problema (y grave) es que vivimos en una sociedad muy polarizada, donde solo vale el estar conmigo o contra mí, una sociedad sin respeto por las ideas de los demás (y eso vale para todos los espectros solio-políticos) , donde cada vez se llega más a los extremos. Una sociedad en manos de castas políticas con una capacidad intelectual de una ameba y sin ningún escrúpulo, castas judiciales desconectados completamente de la realidad y de medios de comunicación vendidos a las castas políticas y económicas (con éticas periodísticas que se acaban donde empieza su nómina).
En cierto sentido recuerda (por desgracia y con temor) a la sociedad europea de entreguerras y ya sabemos como acabó. Y en la actualidad, la situación se agraba por el descontrol de las redes sociales y las fake-news, donde todo vale con tal de «ganar» o arrimar el áscua a mi sardina.
Asignaturas como la historia y la filosofía deberían de ser obligatorias y con mucha importancia en los planes de estudios escolares (y lo dice alguien que siempre estudió ciencias puras), donde se forme gente que conozca su historia (y de donde viene) y se fomente la capacidad de pensamiento crítico. Por desgracia, la casta política (da igual el color) eso no les interesa, pervierten la historia para adecuarla a sus intereses, no les interesa gente de pensamiento crítico, es mejor una masa de borregos sin capacidad de pensar por si mismos y que sean facilmente manipulables.
Estamos retrocediendo 100 años en el tiempo, y no nos damos cuenta.
Buenas, Carlos:
Sí, todas estas cuestiones deberían hacernos pensar y reflexionar. Sobre todo, que podamos hablar de ellas, a pesar de nuestras diferencias, con tranquilidad.
Un saludo,