Debido a la nueva canción top de Shakira, saltó la liebre. O debería decir, más bien, en plural, saltaron las liebres.
Sí, estos pequeños animalillos abandonaron sus madrigueras (los pocos que aún quedaban y que permanecían coherentemente y a cobijo en sus casas) y todo aquel o aquella que no había dicho ni mu sobre algún tema de actualidad, de repente, durante unos segundos, lanzó un osado comentario en redes sociales.
La canción se volvió viral. Incluso en los chats familiares de WhatsApp. Y, con las opiniones sin filtro, vinieron los exabruptos sobre lo que un artista debe o no debe escribir, sobre lo que debe o no debe hablar o por qué se manifiesta de forma tan explícita en su trabajo o expresión artística.
Después recordé que, justo el día antes, también se había debatido de forma acalorada en Twitter, sobre el estreno del tráiler de Escándalo, una serie que se lanza o lanzará en Telecinco -no sé cuándo, no veo mucho la televisión-, y cuya trama gira alrededor de una señora de 44 años y un adolescente de 15 en la que se enzarzan en un amor atormentado y, segurísimo, destinado al desastre.
Y los conejos empezaron a morderse unos a otros…
La gente directamente pidió la cabeza de los artistas y creadores: ¡Qué horror! ¡Telecinco está promoviendo la pedofilia! ¡Una serie que defiende la pederastia! Algunos incluso iban más allá y se atrevían a comentar que si los artistas hacemos apología o no apología de tal o de cual cosa, que si moralmente defendemos ese tipo de aberraciones…
Y pensé: ¡Vaya! Con tan solo unas horas de diferencia, se ha criticado y juzgado de manera brutal a un grupo de creadores, sin pararnos a pensar que, tal vez, no nos intentan dar lecciones de nada, sino desahogarse o dejar volar su imaginación sin más.
¿Es esto normal?
Aunque a mí me guste o no me guste lo que escriben, cantan, pintan o hacen otros compañeros artistas con sus obras, ¿quién soy yo para juzgar la mente pensante de un creador?
Perdonad mi humilde reflexión, lo hago desde la más pura inocencia como escritora, lo juro. Pero es que no entiendo esta moda de criticar al artista como si lo que contase fuese una realidad, salpicando con insultos y comentarios burdos todo su trabajo.
Una puede inspirarse en su vida o querer hablar de su experiencia como una catarsis. Pero también pueda que no. Puede ser que simplemente desee hablar y poner un tema peliagudo encima de la mesa. O hablar de una noticia que salió recientemente y que causó estupor. O simplemente bromear de ello sin pretender dar lecciones de moralidad.
No me malinterpreten, yo no estoy para juzgar y ustedes pueden opinar libremente lo que deseen. Pero quienes consideran que la ficción debe ser moralizante, creo que no han leído a 50 sombras de Grey, una saga de novelas sobre la sumisión sexual; o El graduado, novela en la que un joven Dustin Hoffman caía preso del deseo por la señora Robinson; o Lolita, de Vladímir Nabokov. Bueno, y no les digo nada de Medea, una obra que narra el asesinato de niños por parte de sus madres…
Si todos estos artistas hiciesen caso en su momento a la moralidad imperante de su sociedad, hoy en día no tendríamos su legado.
Por lo demás, Shakira puede cantar sobre lo que le dé la gana. Igual que lo hicieron Madonna con su Like a Prayer, Pink Floyd con Brick in the Wall, Eric Clapton con Cocaine o Thalía. Y podría seguir, pues la lista es larguísima.
Luego, yo ya decidiré si me gusta o no me gusta, si estoy o no de acuerdo con su trabajo o con lo que predican. Pero ni todos los artistas proyectan su vida en sus trabajos (aunque sí les afecte y les inspire) ni todos somos jueces en un mundo en el que, al parecer, Internet es la sala del Tribunal donde se marca sentencia popular.
Maravilloso artículo.
Muchísimas gracias, Carmina. 🙂
Muchísimas gracias. 🙂